Introducción
El
sistema educativo chileno se encuentra en una situación preocupante en cuanto a
la desvalorización del desarrollo del área artística musical. Las asignaturas
científico-matemáticas y de lenguaje y comunicación son la prioridad en el
currículo nacional y la sociedad. Los resultados en torno a estas áreas de
desarrollo determinan el grado de éxito y rendimiento escolar de los alumnos.
Sin embargo, la Educación Musical
significa un beneficio importante para el rendimiento escolar. La presencia de
la música en el crecimiento vital de los niños tiene implicancias positivas en
diversos ámbitos, especialmente en los planos cognitivo, social y emocional,
por lo que constituye un medio ideal para el aprendizaje de habilidades de
resolución de problemas. Restarle importancia a esta disciplina sería un
perjuicio al logro del máximo desarrollo integral que pueden alcanzar los
niños.
Desarrollo
En el plano cognitivo, las ciencias,
matemáticas y lenguaje son disciplinas cuyo aprendizaje implica,
principalmente, la especialización del hemisferio izquierdo cerebral. En
palabras de José Cotto (2009) este hemisferio controla el lenguaje, el
pensamiento numérico y analítico. A partir de este supuesto, se puede afirmar
que, al igual que en el escenario nacional, “(…) la cultura occidental ha priorizado desde
siempre los aprendizajes relacionados con el hemisferio izquierdo con un
desmesurado interés por todo lo analítico y lineal […] y por desprestigiar el
desarrollo de la creatividad frente a otras áreas más técnicas” (Pascual, 2002,
p.29). Por tanto, se ha desplazado la estimulación del hemisferio derecho, el
cual involucra habilidades artísticas y musicales (Cotto, 2009).
Debido a estas prácticas se está
poniendo en una situación desfavorable el funcionamiento cognitivo equilibrado
de los dos hemisferios. Frente a esto, la Educación Musical aparece como una
oportunidad para impulsar el desarrollo tanto del hemisferio izquierdo como el
derecho. Aunque, en general, se relacione la música con el hemisferio derecho
exclusivamente – improvisación, creatividad, percepción, emoción musical, entre
otras - la intensificación de su trabajo provoca una participación crucial del
razonamiento lingüístico y lógico-matemático, además de estructurar el razonamiento
y la forma de trabajar (Casas, 2001). De esta manera, los procesos de creación,
ejecución o audición de una obra musical benefician el equilibrio cognitivo.
En
cuanto a lo social, la Educación Musical, especialmente la práctica de conjunto
instrumental o vocal, se presentan como una oportunidad que “favorece la cooperación grupal y la integración del niño/a en
un grupo en el que todos los miembros son igual de importantes en la
consecución de un fin común” (Pascual, 2002, p. 266). Los vínculos sociales que
se establecen a través del trabajo en equipo dan a los niños un sentido de
pertenencia en un grupo con el cual comparten los mismos desafíos y
motivaciones. Esta pertenencia genera un ambiente de confianza que incentiva la
participación activa en la toma de decisiones y el deseo de compartir las capacidades
y logros individuales: “Trabajar en equipo constituye una oportunidad de
crecimiento personal y un verdadero triunfo social que facilita la superación
individual ayudando a los demás mediante la capacidad de entrega, de
integración y tolerancia” (Arriagada, s/f, p.1).
La música propicia espacios de
encuentro con el otro, espacios de socialización:
(…) los
beneficios de enseñar a los niños/as a ser sociables son inmensos, y esto se ve reflejado en lo inmediato y a
largo plazo, para ellos/as el mundo es mucho mejor.
Podrán comunicarse adecuadamente y se hacen entender, les es más fácil resolver los conflictos interpersonales, les
ayuda a adaptarse a los cambios, son más
seguros de sí mismos (Fernández, 2011, p.1).
Por
otra parte, al ser capaces de comunicarse de manera adecuada, se aprende a
crear en conjunto, valorando los aportes de los demás y respetando normas
sociales, como por ejemplo la escucha atenta a las distintas opiniones. Además,
se desarrolla un sentido de responsabilidad frente a un trabajo colaborativo y
una postura crítica respecto de lo que se hace, trabajando así el pensamiento
reflexivo y la metacognición. La música, por lo tanto, se constituye como un
espacio de mejora en el desempeño escolar al permitir el aprendizaje del
trabajo con los pares, aspecto necesario en todas las disciplinas presentes en
la escuela.
En lo emocional son muchos los
factores que se desarrollan gracias a la
Educación Musical. En primer lugar, la creación musical implica, entre
otras cosas, el descubrimiento y la expresión de emociones: “Tantas mayores
oportunidades existan para la propia expresión y la exploración de
posibilidades, mayor será el potencial para la formación de sí mismo”
(Garretson, 1980, p.3). Por lo tanto, será también esta formación personal la
que proporcione herramientas emocionales para desenvolverse en las diversas
situaciones escolares y lograr así un mejor rendimiento.
En segundo lugar, la Educación
Musical contribuye a la autoestima física, en cuanto a la valoración de las
propias destrezas, a la social fortaleciendo el trabajo cooperativo y respeto,
la académica, ya que hace sentir al niño privilegiado por sus habilidades y
capaz de potenciarlas, y por último, a la autoestima ética, practicando la
responsabilidad y sabiéndose capaz de cumplir sus compromisos y percibiéndose
con más virtudes que defectos (Casas, 2001). Esta autoestima conlleva a una
mejora en el autoconcepto, lo que permite enfrentarse con confianza y seguridad
a la escuela, visualizando sus actos y decisiones con un resultado exitoso.
Por último, la práctica musical, ya
sea coral o instrumental, requiere de una constancia en la ejercitación y una
tolerancia a la frustración que permiten, al igual que la expresión de
emociones y la mejora en la autoestima, una predisposición positiva ante el
logro de objetivos y el reconocerse a sí mismo como capaz de triunfar en los
distintos desafíos con los que se encuentre a lo largo de la etapa escolar, a
pesar de todos los obstáculos que se le opongan: “Los niños logran más cuando se los estimula a pensar de
una manera positiva en sus habilidades y logros, consiguiendo al mismo tiempo
un mayor desarrollo” (Mills, 1997, p.23).
Conclusiones
Los docentes en Chile, ante un
panorama nacional en el que se ha
desvalorizado en gran medida la enseñanza de la música, deben tomar un rol
activo en el desarrollo de las horas de Educación Musical disponibles en la
escuela que haga frente a esta problemática. Para esto, deben ser conscientes
de los beneficios de la Educación Musical, y así generar espacios de
oportunidades, caracterizados por la creación, ejecución y audición con énfasis
en la libertad, exploración y expresión personal. Sin embargo, “esto no
significa dispersión y relajo, en lo absoluto. En todo trabajo creativo hay
esfuerzo de por medio y mucho rigor (…) en arte se nos permite sólo un gesto
libre; todo lo demás es disciplina” (Guerrero, 2009, p.12). Está en los
docentes instaurar esta disciplina, resignificando la importancia de la música,
dándole valor a su presencia en la escuela.
A modo de conclusión, la Educación
Musical significa un beneficio importante para el rendimiento escolar, a medida
que logra un equilibrio cognitivo gracias a la estimulación de los dos
hemisferios cerebrales, que proporciona espacios de encuentro y trabajo
colaborativo e implica una oportunidad para la expresión de emociones, la
mejora en el autoconcepto y en la perseverancia, todas herramientas que
deberían ser entregadas por la escuela para un desarrollo íntegro en cada uno
de los alumnos.
Bibliografía
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